Antes de tener hijos, ni siquiera sabía cómo deletrear “ritmo”. Cuando era soltera, me acostumbré a hacer todo lo que quería y cuando quería: llevaba mi propio horario para poder pintar 24 horas seguidas y dormir 12 horas de corrido cada dos días; amaba ser libre y vivir sin ataduras como toda una artista, enseñaba arte, viajaba, mochileaba, trabajaba por mi propia cuenta y programaba todo mi trabajo para comenzar después del mediodía. En ese entonces, no tenía idea de cuánto llegaría a apreciar los ritmos anuales, semanales, diarios o incluso ritmos más pequeños que me ayudarían tanto en mi vida y en la de mi familia.
Al inicio de la maternidad, seguía luchando por mantener la vida que tenía antes de tener hijos. Me quedaba despierta hasta tarde para dedicarle tiempo a mi arte, vendía mis obras en exposiciones de arte mientras llevaba a mi hijo atado en la espalda, pintaba en el escenario mientras mi bebé dormía en la carriola al lado de mi caballete y hacía todo lo posible para seguir siendo artista, madre y esposa. Había una parte de mí que sabía que necesitaba introducir alguna especie de ritmo en este estado constante de fluidez de la vida de un artista y en mi vida como madre. Me aseguré de desayunar todas las mañanas alrededor de las 8 a.m., almorzar alrededor del mediodía y cenar cerca de las 6 de la tarde. La siesta era a las 2 p.m. y la hora de acostarse a las 8 p.m., sin importar a dónde viajáramos y lo que estuviéramos haciendo. Esto aportó una especie de forma al entorno que constantemente estaba cambiando y me pude dar cuenta de lo mucho que esto nos ayudó a mi hijo y a mí.
Todo esto requería mucho esfuerzo de mi parte. Este ritmo base no sucedía todos los días porque yo me sentía exhausta. Todavía seguía aprendiendo a hacer las tareas más básicas de tener un niño pequeño que aún lactaba y estaba lejos de mis familiares y amigos para que me apoyaran. Continué esforzándome por seguir este ritmo base porque percibía que cuando comía bien y me tomaba una siesta con mi hijo era más capaz de responder a sus necesidades en lugar de solo reaccionar. A pesar de que había una parte de mí que quería rebelarse ante un horario establecido porque yo quería ser ‘libre’, me di cuenta de que al seguir el ritmo del día era realmente libre de fluir de una manera distinta.
Los años pasaron y nos fuimos a vivir a una granja biodinámica en el estado de Washington. Fue ahí donde realmente comencé a vivir en carne propia los ritmos de las estaciones que naturalmente ocurrían al vivir en una granja, y nuestro hijo comenzó a ir a un preescolar Waldorf que tenía festivales estacionales. Habiendo crecido en el sur de California, tuvimos muy poca conexión con las estaciones, debido a los pocos cambios en el clima, con excepción de tener calor y más calor con dos semanas de lluvia en diciembre. No crecí plantando nada o teniendo rituales estacionales, aparte de los que se llevaban a cabo en la iglesia y la cultura popular. Pude sentir que me faltaba algo.
Poco después de mudarnos de California a Washington, fuimos a la Escuela Waldorf para un Festival de Micael, y quedé maravillada con todos los elementos de honrar y dar la bienvenida a las energías del otoño, como morder la manzana, hilar lana, herrar metales, celebrar la cosecha y matar a tu dragón interior mientras te fortificas para los próximos meses más oscuros del invierno. En la granja, hicimos la preparación biodinámica de estiércol de cuerno 500: removiendo una pila de estiércol durante una hora mientras cantaba, mezclando hierbas, sudor y saliva; empacarlo en un cuerno y colocarlo en el suelo para descansar y transformarse durante el invierno hasta la primavera. Todo esto fue muy nuevo e inspirador para mí.
Comenzamos a preparar las camas de siembra y a plantar cultivos resistentes al invierno, a la caída de las hojas y a las bajas temperaturas. En la primera semana de noviembre, el suelo estaba completamente congelado y las temperaturas de 6°C aproximadamente. Nunca antes había experimentado un otoño o un invierno como este. Naturalmente, enfocamos nuestras energías más hacia adentro, procesando la cosecha de otoño, haciendo medicinas, haciendo queso con la leche de vaca, horneando panes y pizzas caseras, asegurándonos de que el agua de los animales no se congelara, sacando comida para los animales y limpiando el granero para que pudieran estar protegidos; hicimos manualidades, pintamos, juagamos y comenzamos nuestra primera tabla de ritmo semanal.
Teníamos un ritmo diario de las tareas relacionadas con los pollos y las vacas durante la mañana y teníamos ritmos semanales como viernes de pizza y noche de juegos. Hicimos pizzas y organizamos juegos en nuestra casa para todos los niños que vivían en la granja. Me di cuenta de que nuestro hijo también esperaba este momento con anticipación y le encantaba ayudar a hacer las pizzas: preparar la masa el día anterior, preparar queso desde cero, cortar las verduras, extender la masa y unir las pizzas. Las otras dos familias en la granja a veces también hacían sus propias pizzas, y todos nos uníamos para comer y disfrutar el uno del otro, mientras jugábamos SET, UNO y Catan.
Quería una manera de delinear el fin de semana, así que comencé el sábado con una noche de spa, utilizando bañeras a la luz de las velas, burbujas especiales y aceites esenciales, mi esposo tocando la guitarra y masajes con aceite después del baño. Esto me dio una dulce manera de nutrirme y conectarme con nuestro hijo de una manera especial. También me ayudó a sentir que un fin de semana sucedió, aun cuando la vida de la granja y las tareas domésticas hacían que cada día se sintiera igual.
La primavera llegó y finalmente entendí algo que había leído en los paquetes de semillas durante años en California: “plantar las semillas cuando el suelo se haya descongelado”. No tenía idea de lo que eso significaba, así que ponía la mano en la tierra y pensaba: “creo que ya está descongelado”. En ese momento lo supe: ¡cuando el suelo no está congelado como un bloque de hielo y el suelo se puede trabajar! Me encantó ver que las semillas que se plantaron en el otoño sobrevivieron y prosperaron. Fue mágico presenciar cómo cientos de plantas de ajo emergen maravillosamente, después de haberlas sembrado a las 5 de la mañana del otoño anterior. ¡Ciertamente hay algo milagroso en la agricultura biodinámica! Esta experiencia de sintonizar con las energías astrales y canalizarlas hacia el suelo hizo que el cultivo de alimentos estuviera más conectado, entero, sagrado, abundante y próspero.
Me encantó que nuestro hijo fuera criado en una granja, formando una relación con la tierra, las estaciones, los animales y los ciclos, así como ir a una escuela Waldorf que apoyaba su cabeza, corazón y manos. Pudimos vivir en esta granja desde el comienzo del otoño hasta el final del otoño siguiente. Agradecida de presenciar y participar en un ciclo completo en la granja, llegó el momento de mudarnos nuevamente y aterrizamos en Asheville, Carolina del Norte, para poder ir a la escuela de partería. No hay nada como mudarse a través del país desde una granja rural hasta el centro de una ciudad urbana con un hijo de 4.5 años, ir a la escuela de tiempo completo y estar embarazada de nuestro segundo hijo.
No hace falta decir que fue una gran transición para todos nosotros. Ese verano, después de graduarme en partería y el nacimiento de nuestro segundo hijo en casa sin ayuda, creé nuestra primera tabla de ritmo semanal que dio forma a los días sin forma posteriores al nacimiento de mi segundo hijo. Realmente, lo que más quería hacer era dormir mientras el bebé estaba durmiendo. Leía muchos libros en la cama con nuestro hijo mayor, así que aún podía estar tranquila y descansar. Descubrí que al planificar la semana con anticipación todos podíamos esperar lo que vendría, y así me fue más fácil organizarme y prepararme para los días venideros. Un tema muy importante fue planear con tiempo la cena de todas las noches. Esto me ayudó a saber qué necesitaba comprar semanalmente, y no me rompía la cabeza preguntándome qué hacer para cenar. “Martes de tacos” lleva cinco años funcionando.
El objetivo de esta tabla era incluir actividades que nutrieran los cuatro sentidos inferiores, el tacto, la vida, el movimiento y el equilibrio, al incluir hornear, nadar, caminar, hacer trabajos manuales, arte, danza y ciencia (que era principalmente experimentos con cosas en la cocina como maicena, agua, vinagre y bicarbonato de sodio). El tacto fue alimentado por el rico ambiente sensorial en nuestro hogar (hermosos juguetes hechos a mano con materiales naturales) e incluyendo intencionalmente oportunidades para la exploración sensorial apropiada para la edad (hornear, ciencia, natación, tiempo al aire libre, etc.). Tener cada día actividades de inhalación y de exhalación nutrió todos los sentidos, pero especialmente el sentido de la vida. El sentido del movimiento propio se nutre con tiempo de juego, tanto en interiores como en exteriores, así como con sesiones continuas de arte, danza y panadería y ciencia. El sentido del balance lo trabajamos al tener amplias oportunidades de juego, de mover y cargar cosas y juegos de movimiento.
Nuestro hijo preguntaba una y otra vez si podíamos ir a la biblioteca todos los días de la semana. Todavía pregunta ahora, cuando tiene casi 10 años y recibe la misma respuesta: “El día de la biblioteca es el jueves” (lunes ahora en 2017). Esto le dio un lugar para poner su expectativa y anticipación. Al darle la misma respuesta, podría confiar en la estructura y la forma de la semana. También me ayudó a sentirme mejor y a confiar en que todo tiene su tiempo y lugar.
Le pedí que me ayudara a decidir qué íbamos a incluir en cada día y también lo deje hacerse responsable de lo que pasaría y de lo que iba a comer. Incluí en el cuadro un par de quehaceres de naturaleza semanal, como cambiar sábanas, limpiar el baño, limpiar la nevera y sacar la basura. Esto me ayudó a evitar sentirme abrumada al intentar hacerlo todo en un día.
Mantuvimos este dibujo del ritmo en la nevera durante un par de años. El flujo diario cambió cuando fue al jardín de infantes cinco días a la semana ese otoño, pero el ritmo de la cena y el fin de semana se mantuvo relativamente igual. Al año siguiente, fue educado en casa por lo que tuvimos un ritmo muy diferente que incluía actividades para que realizara durante la semana, como prefirst en el bosque los lunes y viernes, arquería a caballo el martes, clase de senderismo de flora y fauna el miércoles y día de la biblioteca el jueves. Todo esto lo hacíamos junto con su hermana de un año. Al año siguiente, ingresó a primero de primaria y estuvo en la escuela durante el día, por lo que la tabla estuvo menos activa ese y el siguiente año, solamente manteniendo igual algunos elementos como cenas y fines de semana.
En la primavera de su segundo grado, di a luz, sin ayuda, a su segunda hermana y comencé el Entrenamiento de LifeWays. Esta elección de estar en LifeWays fue motivada por el nacimiento de nuestro tercer hijo y porque estaba planeando educar en casa a nuestra hija mediana el año siguiente. Ella había estado en la guardería cuatro días a la semana para que yo pudiera estar en el trabajo.
Tener un tercer hijo significaba que no trabajaría fuera del hogar y esto hizo que dejara de tener la necesidad de que nuestra segunda hija estuviera en guardería. Sabiendo que estaría en casa con dos niños pequeños, quise reunir más herramientas que poner en mi caja de crianza y vida para ayudarme a educar y crear a nuestros hijos en casa. Estaba emocionada de hacer otra tabla de ritmo diario y semanal para ayudarme en mi vida diaria con tres niños.
Después de tener a nuestro tercer hijo, representó más trabajo lograr que nuestro hijo mayor estuviera motivado y se preparara para ir a la escuela por la mañana. Identificamos cuáles eran los nueve pasos que necesitaba realizar antes de que lo recogiera el transporte para irse a la escuela. Creó su propia tabla de ritmo matutino, escribiendo e ilustrando cada paso para poder verificar y ver si había hecho todo lo necesario. Esto ayudó a que nuestra mañana fluyera tremendamente mejor ya que yo todavía estaba acostada con su hermana recién nacida. Solía levantarse y mirar libros y no hacer nada para prepararse a menos que le estuviéramos pidiendo y motivando a cada paso del camino. Ahora se levanta y rápidamente hace todo lo que necesita hacer. A menudo hacía referencia a la tabla conforme avanzaba, pero ahora es parte de su sistema de guía interno.
Ahora el ritmo es una parte integral tanto de mi vocabulario como del de mi familia. Nuestros niños a menudo han bajado la tabla del refrigerador con orgullo para mostrarles a sus amigos y familiares que están de visita, señalando sus días y actividades favoritas. Nuestra familia continúa involucrada en la vida de la granja tanto como es posible en nuestra granja urbana. Cuidamos gallinas y recolectamos huevos, plantamos y cosechamos de acuerdo con el calendario biodinámico y observamos y escuchamos la tierra que cuidamos. Continuamos siguiendo un ritmo diario y semanal y con toda nuestra comunidad seguimos disfrutando de festivales y celebraciones de temporada. A través de mi propia biografía, y en particular a través de irlo experimentando, me he convencido de la importancia de un ritmo intencional y saludable a lo largo de mi vida hogareña y continúo esforzándome cada día.
Dahlia Moon es madre de tres hijos, vive en las montañas de Carolina del Norte y se graduó recientemente de LifeWays. En su vida, combina su experiencia de parto y crianza con su trabajo como asistente de parto y terapeuta de masajes, así como maestra de arte. Adaptable y curiosa, se ha entrenado y tiene conocimientos en muchas otras modalidades, como la terapia de movimiento, la curación y las artes culinarias, que aportan a los diferentes aspectos de su trabajo. Ella se esfuerza por ofrecer a los demás la posibilidad de encontrar y apoyar su propia forma natural de ser un padre creativo.
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