Estamos apenas a unos cuantos días de haber despedido el 2020, año que como tanto hemos leído, escuchado y vivenciado fue difícil, presentando pequeños y grandes retos día con día; mostrándonos lo complejo que es vivir en un estado de incertidumbre indefinida, con miedos y cuestionamientos constantes y en muchos momentos, siendo testigo de la fragilidad del ser humano, del poco control que tenemos sobre la vida y la irreparable pérdida de seres amados.
Desde que el 2021 se asomaba a unas “cuantas cuadras” de distancia, fuimos depositando en él todos nuestros deseos personales, familiares y profesionales. Nuestros anhelos de lograr ver este nuevo año que comienza como LA oportunidad de demostrar –ojalá que antes que a nadie, a uno mismo- que lo vivido el año pasado tiene un propósito real, tangible y valioso; que hemos aprendido un poco más de la vida y de lo que realmente es importante. Seguramente durante este nuevo año continuaremos trabajando, desde nuestras trincheras, en descubrirnos, escucharnos y conocernos más y mejor, seguiremos viviendo y experimentando, desde la privación, esto que estudiamos en clases de introducción a la Filosofía de la escuela: “el hombre es un ser social por naturaleza” (Aristóteles 384-322, a. C.), necesitamos de los otros para sobrevivir, para coexistir.
Las últimas semanas del 2020 hice un recorrido mental, a veces muy por encima y otras más profundamente, por los distintos momentos vividos en el año, con el claro objetivo de descubrir y decidir cuáles serán (no son muchos) mis propósitos, que dicho sea de paso, más allá de la fonética, este año he decidido llamarlos intenciones. Pero ¿cómo lograr sostener mis intenciones?, ¿cómo sostener el entusiasmo y el “foco”?, ¿cómo entrenar a mi mente, cuerpo y alma para que ninguno de ellos se desvanezca, pierda fuerza o se diluya con el trajín diario de la vida? Tomando consciencia de estas preguntas, me encontré con un texto que hace algunos años recibí de parte de una gran maestra y compañera de vida y que ahora, con mucha ilusión comparto algunas contigo para que estos propósitos no queden guardados al final del mes, en el “cajón” de tu buró. Te invito a desarrollar, a recordar, a revivir la capacidad que tienes tu y que tengo yo de identificar, sostener y elevar la calidad de nuestro combustible por excelencia, la energía espiitual.
1. Conecta con tu propósito
Al momento de abrir los ojos por la mañana e incluso antes de poner un pie en el piso, recuerda cuál fue el último pensamiento antes de dormir. Las respuestas conectadas a la intención, al propósito brotarán en la mente; el deseo de cumplir con el objetivo será el motivo para impulsar y ponerte en pie. La energía vital se eleva inmediatamente como un “regalo” al hacer, cotidianamente, este breve ejercicio. Si tu intención o propósito está conectado a tu pasión, tendrás una poderosa fórmula energética en ti. Cuando haces aquello que te apasiona, te entusiasma, tu energía fluye y se retroalimenta con tus acciones; cuanto más te aproximes a tu pasión más energía experimentarás.
2. Encuentra tus “yo puedo”
Es posible que no se pueda hacer lo que uno quiere, en el momento que se desea, pero siempre se puede hacer algo. Después de lo vivido el año pasado tenemos más que claro que muchas veces no podemos modificar lo que sucede alrededor, pero siempre podemos cambiar la dirección. El rumbo o dirección es determinado, en primera instancia por nuestros pensamientos. Lo que pensamos precede a las acciones y por consiguiente a los resultados. Identificar los pensamientos que viajan continuamente frente a nosotros y elegir “pensar” otros, es crucial. Podemos comenzar con pequeñas variaciones que permitan cambiar el rumbo y apuntar hacia el destino –propósito- deseado. No sirve de nada concentrar la atención en los “yo no puedo” sino en nuestros “yo puedo”, sean estos pequeños o gigantes. El enfoque, a donde diriges tu atención, tiempo y voluntad, determina tu nivel de energía.
3. Encuentra la fe en ti
La fe es junto a la pasión, quizá, una de las más poderosas fuerzas a las que el ser humano puede conectarse. Es un recurso interior que te permite ir más allá. Es al conectarte con la fe cuando puedes construir lo que hoy es desconocido. La fe es la gasolina suprema. Conéctate con ella, decide creer en algo más allá de lo visible y sentirás una energía que te acompañará a lo largo del recorrido.
4. Medita.
La meditación es una excelente manera de cuidar y potenciar tu energía, nos recarga y en muchos casos ayuda a liberarnos de aquello que está bloqueando nuestra energía. Una manera de hacerlo es concentrándote en tu respiración como “ancla” para tu mente. Simplemente cierras tus ojos y colocas tu atención en el proceso y las sensaciones de tu respirar, sin buscar el cambio, sino más bien, siendo testigo de tu proceso. Por unos minutos te concentras suavemente en tu respirar. Prueba y comprueba.
5. Descansa con calidad.
Para tener más energía, a veces lo que necesitas es PARAR. Es lógico, al descansar recuperas la energía perdida. Cuida que tu sueño sea reparador, ayuda a que la mente “se duerma” al son de tu cuerpo. Así como por la mañana, necesitas de unos minutos para “calentar motores” (recuerda la idea No. 1), asegúrate también un proceso para ir bajando las revoluciones mentales antes de dormir; hay que desconectarnos del día, lo que podías hacer hoy lo hiciste. De haber quedado algo pendiente, no lo puedes resolver hasta el día siguiente; suéltalo. Déjalo tranquilo y más bien, conéctate con aquello que puede inducirte emociones placenteras antes de caer en tu mundo onírico –de ensoñación-. Para esto, puedes hacerte estas preguntas cuando ya te encuentres acostado y con las luces apagadas: ¿qué he disfrutado hoy?, ¿ha contribuido este día a mi intención?. ¿qué he aprendido este día?, ¿qué he dado hoy?, ¿de qué puedo estar agradecido?.
6. Conecta con la naturaleza.
Contempla la majestuosidad de la naturaleza, deja que proyecte una magia que penetra en ti, estimulando tus sentidos y llevándote a pensamientos con altas dosis de inspiración. En casi un año, las posibilidades de viajar y pasear han desaparecido, pero algo que también hemos descubierto gracias a la pandemia, es que no necesitamos hacer viajes y planear lejanas excursiones para recibir los innumerables beneficios que sentimos y recibimos al observar grandes parvadas surcando el atardecer, el roce de la brisa fresca en un caminata, el aroma de las flores, el canto de gallos y otras aves cercanas, el brillante color de las nubes por la mañana, observar el cambio de color en las hojas de los árboles. Esta especial conexión que creamos “acompañados” por la naturaleza, nos ubica en el momento presente, refresca y nutre nuestra vida espiritual.
7. Tómate tu tiempo para estar solo.
En muchas ocasiones a lo largo del día necesito recuperar mi centro, ¿te pasa a ti también? Me refiero a regalarte un momento para estar solo, asentando tu mente y emociones. Para reflexionar, dejarte sentir y reconectarte con lo que es más importante. O simplemente, para encontrar respuesta a preguntas inquietantes en la sabiduría del silencio. A realmente estar contigo, con tus pensamientos y tu sentir. Del silencio florece lo que quieres decir, de la calma brota lo que has de hacer. Para, guarda silencio, céntrate, déjate estar, permítete ser. Es en el silencio cuando mejor puedes escuchar tu intuición; es en ese espacio que puedes reencontrar tu norte, tu esencia, tu profundidad, tu poder.
8. Libérate de algo.
Tu energía puede ser consumida por personas, situaciones o metas no alineadas con tu propósito de vida. Metas del tipo “yo debería”, asuntos o conversaciones pendientes, eso que aún no has resuelto, pero continúa saltando a tu memoria. Situaciones que no son como quieres, pero has estado tolerando, a costa de tu propio bienestar. Puede ser una memoria, un ciclo que permanece abierto, la idea para la cena de la próxima semana o lo que no te gusta de otro. Todo esto consume energía. Imagina que tu mente tiene 100 unidades de atención. Estas unidades representan tu capacidad de asignar una parte de tu energía mental para procesar o tan sólo recordar. En la medida en que esas unidades se dispersan al tener muchas cosas en tu cabeza, tu energía mental disminuye. Imagina el siguiente inventario mental:
- 20 unidades de atención asignadas a cosas pendientes.
- 12 unidades retenidas en pensamientos sobre la conversación que aún no has tenido.
- 14 unidades enfocadas en lo que toleras de tu compañero y no llegas a un acuerdo.
- 18 unidades alimentando tu miedo ante el reto que estás por asumir, pensando en lo peor.
- 19 unidades ubicadas en procesos de pensamiento agotadores sobre cosas fuera de tu control.
- 3 unidades fijadas en el pensamiento acerca de cambiar el foco de la entrada a tu casa…
¿Cuánto queda? Apenas 14 unidades de atención para dedicarle al disfrute de tu vida y el logro de tus propósitos. Suelta y libérate. Identifica qué está restando a tu energía y no está dando valor. Escríbelo. Decide, actúa, negocia. Olvida, acepta.
Coincido contigo si al leer estas ideas te sientes ya cansado, abrumado e incluso poco inspirado. Elige una idea, reflexiona en ella, descubre la manera en que puedas llevarla a cabo sostenidamente, sin angustia. Poco a poco te sentirás motivado a probar una idea más y quizá más adelante otra. Obsérvate en el proceso, disfrútalo y suelta las expectativas (propias y ajenas) y estoy segura que este será un año de transformación vivido con verdadera intención.
Glenda Iriarte
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