Viviendo con intención: Cuidados que nutren

CUIDADOS QUE NUTREN

El autocuidado es darle al mundo lo mejor de ti, en lugar de lo que queda de ti.

Katie Redd

En lo que va del año, todos nos hemos visto obligados a tomar decisiones nuevas y diferentes, y estamos descubriendo que en realidad hay muchas cosas que se pueden hacer de manera distinta. Podemos tener reuniones con grupos de personas a través video llamadas. “Irnos” de vacaciones sin salir de casa. O preparar, una noche en nuestro jardín, alguna nueva receta y disfrutarla en familia como si visitáramos un divertido y aventurero lugar.  Estamos viendo algo hermoso emerger frente a todo el estrés, el miedo y la tristeza de este momento difícil. El piloto automático se ha apagado y estamos tomando decisiones más conscientes. Este tiempo nos ha enseñado a mirar nuestras propias reacciones y patrones automáticos y a tomar consciencia de lo que ha estado sucediendo en nuestro interior. Ha sido una gran oportunidad para iniciar (o re-iniciar) un viaje a las profundidades de nuestro ser, autoconocernos y lograr hacer una distinción entre pensamientos, emociones y comportamiento. Finalmente, se nos ha abierto la posibilidad de permanecer en el presente con más atención y frecuencia, descubrirnos, disfrutarnos y ver lo que la vida nos ofrece, en lugar de simple e inconscientemente vivir hacia adelante y hacia atrás.

Por este motivo hemos decidido dirigir la atención de este primer número de Lifeways La Gaceta a un concepto que en estos meses seguramente has escuchado repetidas veces: el Autocuidado. La definición que para mi mejor expresa lo que significa es: el autocuidado es sinónimo de amor hacia ti mismo. Son todas aquellas actividades y prácticas que nutren y reponen la mente, el cuerpo y el alma, que se realizan de forma regular y que, sobre todo, nacen de la conexión y el encuentro interior. Cada práctica de autocuidado debe venir de dentro hacia fuera, es decir, se refiere a cómo te escuchas cada día, cómo atiendes tus necesidades, cómo te hablas; cuanto mayor sea esta conexión y esta escucha, más luminosa y plena será tu vida, mayor disfrute sentirás de las actividades y labores profesionales y familiares que realizas, causando un impacto positivo a tu alrededor.

Integrar esto puede llevarnos toda la vida, pero el primer paso, que seguramente has dado ya, es tomar consciencia de la importancia de autocuidarnos, de crear momentos o prácticas para cuidar y atender la relación con la pareja, con los hijos; cultivar y crear espacios sagrados para ti en tu día a día y, en amorosa consecuencia, con tus seres amados.

A medida que cultivamos el autocuidado en nuestra vida cotidiana, le comunicamos a nuestro ser interior –que muchos autores la llaman niña interior- que merece amor y cuidado. Al hacerlo, conviene recordar, creamos un entorno interno fuerte, seguro y que con el tiempo, apoyará cada vez más el florecimiento de tu verdadero ser.

Existen cinco aspectos esenciales del autocuidado, ya sea para ti, para realizar con tu pareja o disfrutar con tus hijos:

  1. Nutrirse – sintonizarte desde dentro, escucharte a ti mismo.
  2. Valorarte a ti mismo – reconoce tu valor como persona completa y que mereces todo lo bueno.
  3. Honra tus sueños y confía – cree en ti mismo, sin juzgarte.
  4. Honra tus sentimientos, auto-honestidad – permite sentir la verdad de tus sentimientos, ten compasión por ti mismo
  5. Permítete recibir – cultiva el sentimiento de merecer, asimilar el sentimiento de abundancia.

Comparto contigo que a las pocas semanas de comenzada la pandemia, mi esposo y yo descubrimos que, a pesar de estar mucho más tiempo juntos en casa, no necesariamente nos sentíamos cerca. Ajustes continuos del trabajo, exploración de nuevas formas de coordinar nuestras actividades profesionales, organizar la escuela de los niños a distancia, la continua sensación de incertidumbre ante la realidad, la preocupación y temor porque algún familiar enfermara y un largo, larguísimo etcétera, nos había colocado, a él y a mi en un modo de “piloto automático” que a ninguno de los dos parecía gustar. Un día después de comer, decidimos salir a caminar por la calle del fraccionamiento donde vivimos y fue entonces, en esas breves caminatas, donde descubrimos una sencilla, pero real manera de nutrirnos, re-conectarnosre-encontrarnos: compartir alguna inquietud, conversar brevemente cómo va transcurriendo el día, comentar la idea de un nuevo proyecto familiar, compartir la conversación con algún compañero de trabajo, en un espacio sólo nuestro, cada día, tomados de la mano -esto muy pronto se convirtió en un espontáneo requisito- “fuera” de casa, ha sido uno de los pequeños-grandes regalos que nos hemos dado uno al otro, en estos  últimos tiempos.  Caminar juntos por unos minutos, sintiendo el viento o los rayos del sol, descubrir los cambios en el color de las hojas de los árboles, observar el cielo despejado, “escuchar” el silencio alrededor o conocer el movimiento cotidiano en las casas vecinas, se ha convertido en un momento de autocuidado para nuestra relación muy disfrutado y esperado por los dos.

La conexión que crean los rituales nos ayuda a contactar con las necesidades que está teniendo nuestra familia, por ejemplo, recuerdo hace unos meses que mi hijo menor tuvo un día especialmente difícil en esta retadora modalidad de escuela en línea; tareas, discusiones con compañeros del salón, frustraciones vividas porque un dibujo no salía como él esperaba o la intermitencia del internet fueron causas suficientes para provocar gritos, enojos y mucho mal humor. La tarde fue transcurriendo y observando sus intentos por dejar atrás la “mala” mañana, lo llamé y acercándome a él le dije: “qué tal que después de un baño calientito nos damos un masajito”. Difícilmente podré describir su expresión y el cambio que estas palabras provocaron en todo su cuerpo. Mientras él se bañaba, yo preparé mis aceites esenciales, los que sé que más le gustan y comencé a jugar al alquimista, encendí el difusor, preparé su cama colocando una toalla suave, bajé la luz de su cuarto y cuando salió del baño, encontró a su masajista de pié y lista para comenzar. Es necesario mencionarte que ofrecer y recibir masajes, es de las cosas que más disfruto y me relaja en la vida. Confieso que esta no fue la excepción, la conexión que se creó entre los dos y el intercambio sin palabras de sensaciones fueron mágicos. Fue un apapacho mutuo que transformó un día difícil, en uno donde tanto mi hijo como yo, nos sentimos queridos, valorados y nutridos.

Antes de terminar, me gustaría reforzar la importancia de provocar los momentos para crear tu propia lista de autocuidado, poco a poco ir añadiendo, adecuando y detallando las ideas para que se ajusten mejor a tus necesidades, a las circunstancias y momentos de tu vida.  El autocuidado es posible en todo lugar, incluso en los aspectos más íntimos. Leer un libro por puro placer, llamar a una amiga, escuchar música, sentarte a tomar una taza de té o café, repetirte afirmaciones positivas, tener un diario de gratitud, tener una práctica cotidiana de meditación, caminar en el parque o algún bosque. Te puede resultar útil, lo es para mí, hacer con frecuencia la siguiente pregunta: ¿Qué sería lo más amoroso que podría hacer por mi -por mi pareja, por mi hijo-  en este momento?

Los tiempos actuales requieren de estar presentes en el ahora, detenernos, observarnos, cuidarnos y atendernos; reconectarnos con nosotros mismos, valorar y disfrutar de todo lo que la vida nos trae. Pronto llegará el día en que podamos volver a hacer aquello que hemos extrañado, algo de épocas anteriores que realmente no se puede hacer de otra manera, estar cerca de una amiga, consolar a alguien con un abrazo, saludar a alguien con un beso, pasear, crear y compartir experiencias con nuestros seres queridos y mucho más. 

Glenda Iriarte

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