Artículo de Christine O’Brien para LifeWays NorthAmerica (traducido por LifeWays América Latina)

Tengo un dulce recuerdo de cuando jugaba a lavar los platos con mi madre. Vertía el agua jabonosa en mi taza favorita y pretendía que era una espumosa cerveza de raíz que le servía a mi madre, que estaba sentada cerca. Mi madre siempre estaba ocupada cocinando, limpiando y organizando; es de las personas que suelen utilizar la frase: “La limpieza está junto a la piedad”.

Sin embargo, la mayoría de las veces ella optaba por no incluirnos a mi hermano, a mi hermana o a mí en la rutina del cuidado del hogar. Su propia y dolorosa infancia la llevó a centrarse en nuestro entorno en lugar de estar con nosotros. Esta sensación de separación se siente más profundamente que los momentos dorados de conexión.  Después de mucha angustia, se rindió y dejó a la familia para mudarse a Europa. Este abandono dejó una profunda herida en mi corazón. No sólo me hizo sentirme poco querida, sino que tampoco adquirí las habilidades domésticas que necesitaba para cuidar de mí misma y de mi familia.

Cuando llegó mi hija, apenas podía ocuparme de las tareas domésticas.  Me sentía realizada si era capaz de cortar una de sus uñas y recalentar algo de comida para la cena.  Al principio me parecía bien, pero a medida que ella crecía esperaba poder hacer más.  Era crítica conmigo misma; quería ser perfecta y ese deseo me impedía ser capaz de crear el hogar y la vida que soñaba.

 Cuando mi hija tenía un año me inscribí en el programa de formación de Lifeways. Fui entrenadora educativa en San Francisco y tuve el placer de trabajar con Julie Fellom, la fundadora de Neighborhood Playgarden.  Julie me introdujo en la filosofía y la educación Waldorf. La sensación de calidez, la comida sana, la música, los cuentos, la belleza, el orden y la conexión con la naturaleza que vi en su programa me llegaron al corazón. Quería llevar estos sentidos positivos a mi casa, así que me inscribí en Lifeways. 

 Lifeways no fue fácil. Me sentí al mismo tiempo atraída y abrumada por el aspecto de las tareas domésticas del curso. Quería proporcionar el calor y el amor a mi hija y a mi familia, pero no me sentía capaz. Sin embargo, continué con el curso y ahora me alegro de haberlo hecho.  Lifeways me ha llevado a la comunidad más sincera, de mujeres inspiradoras, que hubiera podido imaginar. El programa y la comunidad me han ayudado a priorizar el cuidado del hogar, el ritmo y el autocuidado.  Poco a poco he desarrollado la capacidad para atender mi hogar de la manera que quiero.

 Cuando mi hija tenía dos años y medio, encontré el libro de Marie Kondo, “La magia del orden que cambia la vida”.  Su idea de ordenar es que te rodees sólo de las cosas necesarias y alegres. Desarrolló el “Método KonMari”, según el cual se ordena la casa revisando todas las cosas que se tienen por categorías, eligiendo las que “despiertan la alegría” y agradeciendo y desprendiéndose del resto. Una de las ideas que más me ha llamado la atención es que mantener un hogar ordenado es una habilidad que cualquiera puede adquirir, no es algo que se tenga o no se tenga. Esto aumentó mi confianza.

Poco después de empezar a aplicar el Método KonMari en mi casa, Kim John Payne vino a dar una charla a mi ciudad. La sincronización del momento fue mágica.   Me inspiró su charla, así que leí su libro, Simplicity Parenting, y descubrí que cuenta la historia de cómo y por qué ordenar con los niños, y sus ideas hacen que KonMari con niños sea posible para mí.  Un año después de escuchar la charla de Kim John Payne, he completado el Método KonMari en mi casa, y he completado la formación de Coach de Vida Familiar de Simplicity Parenting. Con estos recursos he podido crear el hogar y la vida que quiero para mi familia.

 Mi casa está menos abarrotada y más ordenada, lo que me hace sentir más capaz y segura. Al elegir la alegría en todas mis cosas, he llegado a conocerme y a quererme un poco más. Una parte importante del proceso fue desarrollar la autocompasión y aceptar que no soy perfecta. Es suficiente con ser yo misma.

 Encontré mi vocación haciendo el Método KonMari. Me dedico a apoyar a las madres en su viaje de conexión con ellas mismas y con sus familias para crear un hogar y una vida alegres.  Lograr esta alegría en el hogar tiene el potencial de crear un mundo más pacífico; la autocompasión permite la compasión por los demás, ya sea en nuestro hogar o en otro país.

 Me inspiro con las palabras de Rumi: “La herida es el lugar donde entra la luz”. Mi profundo dolor por el abandono se traduce en ofrecerme al servicio de apoyar a las madres en esta labor tan esencial de criar a la próxima generación de pacificadores. 

 La conexión con mi marido y mi hija es la parte más importante de mi vida. Algunos de nuestros mejores momentos en familia son cuando trabajamos juntos en el jardín o hacemos nuestras rutinas de cuidado del hogar, donde nos conectamos y cuidamos el uno al otro y a nuestro hogar.  Hoy mi hija eligió pulir su cocina de madera con nosotros como su “momento especial”. Los tres juntos cantando y puliendo su cocina- se sintió mágico. ¡Qué estos momentos dorados sean la forma en que mi hija recuerde su infancia!

Christine O’Brien

Simplicity Parenting Coach

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Artículo original disponible en inglés aquí

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